Meu
amigo e crítico Olyr Corrêa, lá do Rio, amante do bom vinho, que não gosta de
Boronha branco com carne da Friboi, porque, segundo ele, é puro zebu, manda um
interessante texto de Miguel Ángel Bargueño, publicado, dia 20 de abril, em El
País, sobre a história de decantar ou não alguns vinhos. Como sei que a maioria
dos meus leitores entende espanhol, vai na língua de Cervantes. Ei-lo:
“¿Perdido
ante la complejidad de la cultura vinícola? Le proporcionamos unas reglas para
salir airoso en cualquier situación y, de paso, disfrutar al máximo de este
elixir.
El
conocedor de vinos, ya sea en una cena en pareja o con amigos, suele despertar
admiración de los demás. El conocedor de verdad, al menos; el que sabe
recomendar y enseña a apreciar. El que busca exhibir conocimiento, palabros y
cursillos lo que suele despertar es soberana pereza y no es a lo que se refiere
este texto. Pero sí que, siguiendo estas modestas reglas, podrá ser un poco más
conocedor, a lo mejor hasta recibir un poco de esa admiración y -quizá más
importante- podrá gozar de este maravilloso brebaje en toda su complejidad.
Lo
correcto es que el cliente coja la copa, la huela, la agite un poquito y pruebe
el vino, para ver si está en condiciones óptimas y servido a la temperatura
adecuada
David
Robledo, sumiller del restaurante Santceloni
1.
Sea usted quien lo cate
Llega
el camarero a la mesa y pregunta: “¿Quién lo probará?”. Aparque su vergüenza y
láncese a ello como un campeón. Pero ¿qué hay que hacer? ¿Limitarse a un breve
y discreto sorbo o llenarse la boca y centrifugar el vino como si fuera un
enjuague bucal? “Lo correcto es que el cliente coja la copa, la huela, la agite
un poquito y pruebe el vino, para ver si está en condiciones óptimas y servido
a la temperatura adecuada”, dice David Robledo, sumiller del restaurante
Santceloni, en Madrid (dos estrellas Michelin), y profesor de formación de
sumilleres de la Cámara de Comercio de la capital. “Una botella puede tener un
pequeño defecto. Siempre está bien probarlo”, añade. En un restaurante donde
hay sumiller no hace falta: basta con confirmar que este lo ha catado antes (es
lo habitual). Y si usted asume la responsabilidad y no está contento, devuelva
la botella y quédese tan ancho.
2.
Coja la copa como es debido
Si
la copa de vino tiene la forma que tiene es por algo. Olvídese de agarrarla
como si fuera un vaso de agua: unos dedos abrazando la parte superior
identifican inequívocamente a un profano en la materia. Los expertos sitúan la
mano lo más lejos posible del vino, bien en el tallo o fuste, bien en la base o
peana. Por varias razones: estéticas (dejar las huellas en el cristal puede
empañar su riqueza cromática), aromáticas (imagine que se ha perfumado la mano:
eso interferiría con los aromas del caldo) y, sobre todo, de temperatura: al
cogerla por arriba transmitimos el calor corporal al vino. Por cierto, si es usted
el anfitrión, ponga copas adecuadas, y si son grandes, mejor.
3.
Meta la nariz
La
copa se agita para aumentar la superficie de contacto del vino con el aire, así
se desprenden más aromas y por lo tanto es más fácil acceder a todos sus
registros aromáticos
Fernando
Gurucharri, presidente de la Unión Española de Catadores
Seguro
que ha visto como los entendidos se llevan la copa a la nariz antes que a la
boca: eso es porque los aromas del vino son tan importantes como su sabor. Lo
profesional es olerlo primero a copa parada y, acto seguido, después de
mecerla. “La copa se agita para aumentar la superficie de contacto del vino con
el aire, así se desprenden más aromas y por lo tanto es más fácil acceder a
todos sus registros aromáticos”, decreta Fernando Gurucharri, presidente de la
Unión Española de Catadores. A la hora de lanzar su veredicto si quiere quedar
bien, recurra a imágenes campestres: flores, especias y árboles frutales. (La
enología divide los aromas en tres categorías, primarios, secundarios y terciarios,
dependiendo de si proceden de la propia uva, de la fermentación o del proceso
de envejecimiento.) Frutos rojos y especias suelen ser habituales en tintos;
flores y cítricos, en blancos. Si lo que se propone es tomárselo en serio y
aprender, visualice prados y bosques y deje que su memoria olfativa le devuelva
referencias plausibles.
4.
Hable como un profesional
Suelte
aquí y allá palabras como bouquet, coupage, lágrima…, siempre y cuando esté
seguro de lo que significan. Bouquet se refiere a los aromas terciarios del
vino (los obtenidos durante su envejecimiento) y se traduce, entre otros, en
maderas, cuero, confituras o tostados. Si la etiqueta menciona diferentes
variedades de uva (por ejemplo: “Cavernet Sauvignon - Tempranillo - Merlot”),
deslice el término coupage con total tranquilidad. La lágrima es ese rastro
vertical que dejan algunos vinos en la copa, señal de su alta graduación
alcohólica.
Los
restaurantes deben darle el corcho al cliente: revela si el vino ha estado bien
conservado. Ha de ser flexible, estar compacto, seco, con solo una parte
humedecida… Si está mojado por las dos partes indica que el vino puede tener
algún problema
David
Robledo
5.
Pida el corcho
Puede
parecer una tontería, pero no lo es. “En todos los restaurantes deben dárselo
al cliente”, apunta David Robledo. “Revela si el vino ha estado bien
conservado. Ha de ser flexible, estar compacto, seco, con solo una parte
humedecida, la que ha estado en contacto con el vino… Si está mojado por las
dos partes indica que el vino puede tener algún problema, aunque luego debamos
confirmarlo al catarlo”. Olisquear el corcho, además, dejará desconcertados y
profundamente fascinados a sus compañeros de mesa.
6.
Elija la botella en función de la comida
Pongamos
que debe encargarse de comprar el vino para una cena y lleva media hora
recorriendo los expositores abrumado por la cantidad y la variedad. Si se
pregunta qué vino comprar, respóndase con otra pregunta: ¿qué vamos a cenar? En
ahí cuando entra en acción ese concepto tan útil que se llama maridaje y que
consiste básicamente en hacer que el vino case con la comida. En esto, claro
está, caben múltiples combinaciones, pero existe una regla elemental: la tierra
llama a la tierra. ¿Marisco gallego? Un Albariño. ¿Cochinillo asado? Un buen
tinto castellano. ¿Unas gambas blancas del sur? Manzanilla de Sanlúcar. Esto
tiene una explicación. “Hoy es fácil acceder a cualquier vino del mundo, pero
hace años no. Las personas que tomaban marisco en Galicia hace 80 años lo
acompañaban con el vino que hacían, y lo mismo pasaba con los asados
castellanos y los vinos de Ribera del Duero o Toro. Es una norma que no es
infalible pero que me parece acertada para un aficionado”, explica David
Robledo.
7.
Sírvalo a la temperatura adecuada
La
idea de que los vinos tintos se sirven del tiempo y los blancos, fríos, es
imprecisa. Un tinto del tiempo en agosto parecerá un consomé. Cuidar la
temperatura del vino es sencillo, gratis y básico para apreciarlo en todo su
esplendor. En general, los tintos deben rondar los 15 o 16 grados y los blancos
no bajar de nueve o diez. Ojo con la cubitera. “Por debajo de una determinada
temperatura los aromas desaparecen. Está bueno, pero te estás tomando un
refresco”, sentencia Robledo.
8.
Decántese por no decantar
En
caso de duda recomiendo no decantar. El vino es un ser vivo, delicado, y
corremos el riesgo de cargárnoslo
David
Robledo
Nueve
de los diez hombres encuestados para este artículo han recibido alguna vez como
regalo de Navidad un decantador. Y ya que lo tenemos, habrá que usarlo, ¿no?
Suponemos que nos dará muchos puntos en nuestra cualificación vinícola. ¡Error!
Quienes de verdad saben de esto se cuidan muy mucho de decantar. “En caso de
duda recomiendo no hacerlo”, sugiere Robledo. “La decantación es en realidad un
proceso muy agresivo. El vino es un ser vivo, delicado, y corremos el riesgo de
cargárnoslo”. Según el destacado sumiller, la decantación de vino solo responde
a dos motivos: porque sea muy viejo y tengamos que separar los posos (en ese
caso debemos decantar con mucho mimo, porque el vino se puede romper) o porque
sea muy joven y se presente cerrado -no se exprese aromáticamente-, lo que
requiere una decantación enérgica, denominada jarreo. “A veces no es
conveniente decantar los vinos tremendamente viejos, aunque tengan posos,
porque como a todo anciano las palizas no le sientan bien”, coincide el
presidente de la Unión de Catadores, quien subraya que “en la gran mayoría de
vinos este proceso no es necesario”. Pruebe, en cambio, a abrir la botella
antes de la comida, no media hora -eso y nada, es nada- sino varias horas. “Un
truco es abrirlo una hora antes y servirnos una copa: al quitar un poco de
volumen aumentamos el contacto con el aire”, desvela Fernando Gurucharri.
9.
Compre en un comercio especializado
El
experto en vinos no solo elige la botella; también dónde comprarla. “Nos
garantiza que el vino ha estado siempre en perfectas condiciones de
conservación y va a haber un profesional que nos va a asesorar”, afirma David
Robledo, que pone este ejemplo: “Si vamos a comprar una bici lo lógico es
acudir a una tienda donde sepan de bicis”. No le dé corte preguntar al
vendedor, indicándole qué comida quiere acompañar y lo que pensaba gastarse.
Esa información le será muy útil para aconsejarle la botella idónea.
10.
De vez en cuando, arriesgue
Hay
marcas conocidas que, efectivamente, son sinónimo de calidad, pero la fama de
otras responde únicamente a una buena distribución y una exposición masiva en
tiendas. En este punto a veces conviene desmarcarnos y sorprender a nuestros
invitados con una apuesta arriesgada, quizá eligiendo una denominación de
origen poco habitual (en España hay 69: no todo es Rioja y Ribera) o una
variedad de uva infrecuente (en nuestro país están catalogadas más de 150: no
todo es tempranillo). “Uno de los atractivos del vino es su gran diversidad.
Hay vinos desconocidos que en una cata a ciegas han recibido premios. Es
importante ser osado en probar cosas porque hemos oído hablar de esa zona o
porque han recibido un premio; nos vamos a encontrar vinos muy satisfactorios”,
asegura Fernando Gurugarri, presidente de los catadores. Es, además, la mejor
manera de aprender, aficionarse a la cultura del vino y, con el tiempo,
conseguir no solo pasar por un experto, sino serlo.”
Um comentário:
Imagina, um vinho delicado como um borgonha branco ser destruído por carne de caça. Como dizia o Alegretense João Saldanha, "zebu não é boi, é bicho. Tem até um no Zoológico de Londres."
Quanto ao decantar, não se aplica a vinhos gaúchos. Estes não são, como requer o David Robledo, seres vivos. Tanta manipulação de filtração esterilizante, flashes térmicos, enxofre, virutas e pranchas de carvalho americano, retiraram a alma do vinho e desta forma tanto faz aerar (decantar não se aplica a vinhos novos sem resíduos) agressivamente ou não pois o bicho já nasceu morto.
Mitos só servem para enganar os consumidores, como os lavradores que põem "Dom" no nome do vinho para fazer uma ilação que são os senhores de terra como os europeus (e não os servos) de onde vieram. Puro marketing. O triste é que funciona. Afinal, marketing é a arte de vender "porcaria" para otários.Ou, saindo do Alegrete de Saldanha para a Pelotas de Assis Brasil, vender produtos de terceira para desinformados.
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